
septiembre 10, 2025
Hay momentos en la vida en los que todo parece perder sentido. Aquello que antes nos sostenía (creencias, elecciones, relaciones, incluso nuestra propia identidad) ya no nos sirve más.
Ese vacío, por más aterrador que parezca, puede ser el inicio de una profunda transformación interior. Yo diría que es el inicio de una travesía, pues cuando esto sucede, significa que el alma se está expandiendo, buscando espacio para expresarse con verdad, lo que da la impresión de que nada más tiene sentido.
Te invito a seguir esta lectura conmigo para adentrarnos en este tema.
Es común que el despertar espiritual sea interpretado como un estado permanente de paz y éxtasis. Aunque estos elementos sí forman parte del despertar espiritual, creer que se resume a eso no pasa de ser una idealización.
La verdad es que el despertar es sinónimo de deconstrucción. El ego, que creó identidades y máscaras para sobrevivir, comienza a desintegrarse y, sin duda, eso resulta bastante incómodo: el alma clama por libertad, mientras la personalidad resiste.
Esa resistencia, muchas veces inconsciente, es lo que vuelve el proceso más doloroso. La verdad es que una parte de ti ha despertado, y no puede volver a dormir. En algunos casos, incluso puede encender una experiencia fuerte y extrema, a la que llamamos “emergencia espiritual”.
Es un hecho que el movimiento del despertar nos conduce hacia la luz, pero también puede provocar una “emergencia espiritual”. El médico psiquiatra checo Stanislav Grof, que desarrolló investigaciones en Estados Unidos sobre el tema de la espiritualidad en los años 70, definió este fenómeno como “un proceso acelerado de crecimiento espiritual y psicológico».
En la práctica, la visión espiritual se abre, la sensibilidad se intensifica, y todo aquello que estaba dormido comienza a emerger: miedos, traumas, memorias e incluso dones espirituales olvidados salen a la luz.
Podemos decir que representa el colapso de viejas estructuras internas frente al despertar de algo mayor. Para la medicina convencional, esto puede parecer solamente un brote, pero en la visión espiritual, se trata de una transición del alma hacia la luz.
Aunque, al inicio, esa luz se manifieste como oscuridad, se considera algo normal, pues revela todo lo que necesita ser sanado. Es decir, por más desafiante que sea, es una oportunidad de transformación.
Está claro que no necesitas entrar en una “emergencia espiritual” para notar que la frecuencia del mundo se está transformando. La verdad es que cuando las antiguas referencias pierden sentido, existe un llamado para cambiar el foco de nuestra percepción.
Y si el mundo ya no tiene más sentido dentro de tu percepción, significa que te estás liberando de las “verdades prestadas”. Un ejemplo claro son aquellas viejas ideas sobre lo que es Dios, lo correcto y lo incorrecto, entre otras cosas que has escuchado toda tu vida y que ya no tienen sentido para ti.
Es en este punto que eres invitado a liberarte de los dogmas y a escuchar la voz de la intuición, que no es otra cosa que la voz del corazón. Esa es la verdadera espiritualidad: no una nueva doctrina, sino la libertad de seguir la verdad que habita dentro de nosotros.
Aquí, se inicia un proceso genuino de descubrimiento sobre quién eres realmente, trayendo libertad a tu Ser. Pero, prepárate, pues esa liberación también viene acompañada de desafíos.
La purificación ocurre en capas, los desafíos se manifiestan a través de los centros energéticos que tenemos en el cuerpo: los chakras. Aunque tenemos muchos chakras repartidos por el cuerpo, existen 7 que son los principales.
En los dos primeros chakras, lidiamos con los temas de supervivencia y de las relaciones. Ya en el tercero, tenemos que enfrentar pruebas relacionadas al poder. Es necesario trabajar esas cuestiones para poder seguir adelante, algo que pocos consiguen y muchos terminan abandonando.
Pero, quien atraviesa esas esferas comienza a entrar en contacto con la verdadera entrega, que se inicia en el cuarto chakra, el centro del corazón. En este estado ya no hay más control y solo queda la confianza (en Dios, en la vida y en el flujo de la existencia).
Independientemente del punto del camino en el que te encuentres, entre altos y bajos, la expansión de la conciencia requiere sostén. Las herramientas para eso ya las he recomendado muchas veces, son simples pero poderosas: Japa (repetición de mantras), meditación y servicio desinteresado.
Estas prácticas mantienen el alma anclada en el presente y abierta a la orientación de lo divino, pues así nos ponemos al servicio de la vida y, en consecuencia, nos abrimos a ser sostenidos por una fuerza mayor.
El resultado de poner esto en práctica es algo que todos anhelamos: la paz del espíritu. Porque, aunque el mundo externo esté en caos, una paz silenciosa comienza a nacer por dentro.
Estamos viviendo un momento colectivo delicado, pues la ignorancia, el miedo y la separación están siendo expuestos. La humanidad está siendo llamada a madurar.
Todo lo que describí aquí en este artículo forma parte de la travesía de la antigua hacia la nueva conciencia. Y, por más desafiante que sea, trae consigo grandes posibilidades de libertad, amor y unidad.
Por eso, digo: No te asustes si el mundo dejó de tener sentido. Puede ser simplemente tu alma queriendo volver a casa.
Namasté
Prem Baba